Mapa de la esperanza media de vida en los sistemas públicos de salud y en los sistemas privados...Sin comentarios.
Publicado por Rewilding Muruna Spain

Introducción

El Estado actual es fruto, reflejo y actor principal de la sociedad industrial y, al igual que ella, fundamenta su visión y acción en la capacidad de tener acceso a fuentes de energía barata, abundante y de buena calidad. (2) Esta característica de “abundancia energética” permite mantener o aumentar la complejidad cada vez mayor del Estado (administraciones, leyes, etc.), (3) una centralización de sus decisiones y estructuras, su capacidad de control sobre el territorio así como un amplio abanico de personas y colectivos no dedicados a la producción de alimentos y energía pero indispensables al funcionamiento político-administrativo (ejército, burocracia, clase dirigente, etc., [Diamond, 2006]). Sin embargo, la era de los combustibles fósiles (con altísimos rendimientos energéticos) está tocando a su fin y entramos en la era de la sobriedad energética donde además las fuentes renovables tienen retornos energéticos mucho más bajos que las fuentes fósiles. Además de cuestiones ideológicas sobre el papel del Estado,es por tanto necesario repensar, dentro de una reconfiguración general de la sociedad, formas de administración pública acordes con la biofísica y los recursos naturales disponibles. Dicho de otro modo, “el coste entrópico es demasiado elevado (…) y la superficie estatal debe decrecer” (Cochet, 2012). Desde la justicia social y ambiental, el Estado tiene un enorme reto para iniciar su transición socio-ecológica ya que “no hay país que disponga de avanzados servicios de cuidados sociales que no los haya construido sobre una base social de consumo intensivo de energía total y per capita. Aumentar el bienestar y el crecimiento económico con recursos de peor calidad, aunque sea posible, es algo que no sabemos cómo se puede materializar” (Mediavilla et al, 2013).

Extraido del artículo ¿Más Allá del Estado?

por Florent Marcellesi, eurodiputado español por Equo

publicado en el número 45 de la Revista Ecologia Politica

"LA ATENCIÓN INTEGRAL A LA SALUD IMPLICARÁ CADA VEZ MÁS LA ATENCIÓN MULTIDISCIPLINAR, CONTINUADA Y EXTRAHOSPITALARIA. PARA ELLO SERÁ NECESARIO UN ESTADO QUE REGULE Y DIRIJA UNA SANIDAD PÚBLICA SOSTENIBLE DE CALIDAD"

Organizar un sistema sanitario centrado en Atención Primaria de Salud es imprescindible para afrontar el reto de la sanidad postindustrial.

foto de mundobrero.com

La época industrial vivida desde el final de la Segunda Guerra Mundial nos ha dejado una estela de subproductos, como resultado de la reconfiguración de la sociedad, la economía y la política. Los estados "del bienestar" tal y como los hemos conocido o al menos tal y como los conocíamos hasta hace unos 7 años han sido nuestro referente en el así llamado mundo desarrollado. Nuestra alimentación, la sanidad, la educación, el nmundo laboral y toda su constelación organizativa de obreros, sindicatos, funcionarios etc., el ocio, el consumo y a gran escala las democracias modernas han sido fruto de la industria y la fuente de energía que la ha sostenido: el petróleo. A su vez, el deterioro medioambiental que ha ocasionado y siguen creando la industria y la agricultura es fuente de numerosos problemas de salud que el mismo sistema industrial tiene que encargarse de resolver.

 Parece difícil asimilar que todo este montaje esté llegando a su fin, pero así es. Hay numerosos indicadores de que se ha alcanzado el pico de extracción del petróleo. El monstruo industrial sobrevive de reservas y petróleos de difícil y costosa extracción que, al no ser rentables se están abandonando. El panorama que nos toca afrontar ante la escasez de energía de alta potencia y la crisis ecológica sin precedentes que vivimos es el del caos neofeudal por el que abogan las políticas neoliberales y la derecha conservadora o una retirada ordenada mediante una transición pacífica hacia una sociedad y una economía postindustriales. Esta última opción solo es contemplada desafortunadamente por una minoría decrecentista sobre todo de contenido ecologista; incluso en foros de izquierdas se sigue conservando el hospitalocentrismo y el modelo sanitario centrado en el diagnóstico y tratamiento de enfermedades como prioritario. Como ya se advierte en el capitulo introductorio de Atención Primaria de M. Zurro en su edición de 1994, los recursos son cada vez más escasos y las demandas crecientes.

 En este contexto podemos ver dos panoramas bien diferentes: a un lado, el caos impuesto por el neoliberalismo con masas de población siendo progresivamente desprovistas de los más elementales derechos humanos como la alimentación y la vivienda en el llamado mundo desarrollado. Este es algo que ya estamos viendo: desahucios, colas interminables en los comedores sociales, incluso en algunas comunidades autónomas vales para comida, servicios sociales y de caridad desbordados, multitudes sin acceso a servicios sanitarios y medicamentos, la educación es cada vez más cara por lo que las masas con escasos recursos se verían abocadas al analfabetismo...este es el panorama actual que vivimos en muchos países llamados desarrollados. Pero a otro lado y de forma apenas perceptible y con escaso impacto en los medios de comunicación aunque más en las redes sociales, se desarrolla  otro panorama bien distinto: muchas y muchos jóvenes sobre todo, se organizan en comunidades autogestionadas y autosuficientes en el medio rural, pequeñas ciudades cuyo ayuntamiento lo dirigen los mismos ciudadanos, cooperativas agrícolas acercan el alimento sano al consumidor local... Las llamadas comunidades de transición entienden que el modo de vida urbano, contaminado e insostenible es dañino, que el trabajo industrial del asalariado se vuelve contra los intereses del individuo, que el dinero no es algo material: no se come, no calienta, no alumbra...

 Entre estos dos extremos se debate en la actualidad la sociedad, la economía global y los políticos, que todavía tienen mando.

 Es propósito de este blog ahondar en esta segunda dirección. Las críticas al actual sistema sanitario y al proceder irresponsable de quienes ostentan los cargos políticos como responsables abundan por doquier. Pero ¿cómo construir la alternativa? ¿cómo compatibilizar la creciente escasez de energía y recursos con la consecución y mantenimiento de altos estándares de salud?

 Ya en el bloque introductorio del blog hablaba sobre la salud, su definición y un extenso comentario al respecto. Siguiendo en la línea y abordando la problemática desde una perspectiva general y ecosistémica hasta la individual, ¿cuál sería el modelo de sanidad que mejor se adaptaría a una economía postindustrial y que mejor respondería a las necesidades de salud de la población? Parece inevitable empezar hablando de nuestro entorno. Se calcula que un altísimo porcentaje de enfermedades agudas y crónicas tienen su origen en los tóxicos presentes en el medio así como en la nutricionalmente deficiente y tóxica comida de elaboración industrial. Empezando por la comida: grasas artificiales, azúcares en proporción desmedida, aditivos, sales refinadas, en la verdura y la carne restos de pesticidas, metales pesados, hormonas, antibióticos... una larga lista de sustancias químicas ausentes en los vegetales y fauna silvestres.  Productos no alimentarios pero de uso común: perfumes, geles, pinturas, productos de limpieza... Y en el aire todo tipo de contaminantes provinientes de la industria, centrales térmicas, los gases de emisión de los automóviles que conforman densas nubes marrones que coronan sobre todo las grandes urbes...

 La era industrial aparentemente ha aportado grandes beneficios a la sociedad pero en términos de salud salvo las campañas de vacunación iniciadas en la segunda mitad del siglo pasado, la terapia con antibióticos y la mejora inicial en la asistencia materno infantil, se ha conseguido alargar la esperanza de vida media sin que en paralelo haya ido un aumento en la sensación individual y general de más bienestar y calidad de vida. Al contrario. A medida que el modo de vida y el modelo médico industrial se asentaban comenzaban a aumentar de forma alarmante las enfermedades crónicas dejando grandes minusvalías y dependencias en una población cada vez más avejentada y dependiente. La obesidad, las enfermedades cardiovasculares y metabólicas, las enfermedades degenerativas de las articulaciones como la artrosis, las del sistema nervioso como las demencias etc., constituyen una lacra para la población en su conjunto. Desde luego, en la fase de transición y optando por la retirada ordenada y no por lo que está pasando en la actualidad, las consecuencias del sistema industrial han de ser atendidas. Miles de personas enfermas crónicas, dependientes o no deben ser atendidas al tiempo que se construye un modelo alternativo. La cuestión es cómo.